Hoy ando tan cansada, que no voy a escribir. Mañana pondré algo. Se acaba el verano, ¿lo percibes?. Aunque para otros, las verdaderas vacaciones empiezan ahora, cuando las playas van lentamente despegándose del bullicio, y van dando paso a un horizonte tranquilo y sereno. Anoche cené en un lugar en el que el mar se hacía inmenso, un mar occuro, bañado por una luz de luna perezosa. Anoche se escuchaban las olas del mar romper en la orilla, de manera incansable, y no me cansaba de escuchar ese sonido una y otra vez. La plancha de la cocina, iba desprendiendo un olor a calamar, a solomillo, y a sal. La noche era perfecta, el enclave, la compañía, la mesa en la que nos sentamos, todo se sentía en esos momentos en los que la balanza alcanza el verdadero equilibrio. Desconectados de todo, y conectados en ese momento. Jugaba el cuchillo con la mantequilla sobre el pan, y se deslizaba sobre la mullida molla, el filo del cuchillo se calzaba sobre el calamar, como si fuera una banderilla sobre el toro en la plaza. Y yo saboreaba ese calamar a la plancha, al tiempo que alternaba los tragos dulces del vino blanco. La noche quieta, detenida, acompasada al inexplicable embrujo del sonido del mar....
Una verdadera poesia
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